domingo, 3 de marzo de 2019

Viaje al pantanal matogrosense


Você que gostam do apanhar cobras... 
(Helder Cardoso, Pouso Alegre. 14-11-2018)   

 "La siguiente entrada no es un trip report en sentido estricto, sino un resumen de lo que fue nuestro viaje y las especies que pudimos observar. El hecho de haber pernoctado todos los días en el mismo lugar y de repetir nuestros recorridos de forma rutinaria, hace que no merezca la pena relatar lo sucedido jornada tras jornada como si de un diario se tratase."

 Durante la primera quincena del pasado mes de noviembre pude viajar a Brasil en compañía de mi querido amigo Ignacio Arróspide. Nuestro objetivo no era otro que visitar el Pantanal, situado en la zona fronteriza con Bolivia, entre los estados de Mato Grosso y Mato Grosso do Sul. Nosotros sólo visitaríamos la parte norte, situada en Mato Grosso, que resulta accesible desde la localidad de Poconé a través de la transpantaneira.

Típico puente de la transpantaneira sobre una zona inundable.

Ganado bovino en El Pantanal.

 El Gran Pantanal, el mayor sistema de humedales del planeta y también uno de los lugares con mayor biodiversidad del mundo conocido. Aviso a veganos y misantrópicos, el que posiblemente sea el lugar más biodiverso de la tierra no es una selva virgen, no es la amazonía... ni tampoco una verde pradera donde los animales ríen y juegan rodeados de mariposas y flores. Es una inmensa llanura aluvial intervenida por el hombre, es una área ganadera en la que se dan multitud de ambientes entre los cuales pasta el ganado en en régimen macroextensivo -me invento la palabra, porque aquí lo de extensivo se queda corto-. Una muestra fehaciente de que no hay actividad humana más ecológica que la ganadería extensiva. Un paraíso natural que apenas ha comenzado su explotación turística y del que todavía se puede disfrutar en su más pura y auténtica esencia. 



 Preparación e infraestructura


 Desde finales del mes de junio fuimos preparando un viaje que duraría del 5 al 17 de noviembre, siendo en total 10 días efectivos los que pasamos a pie de campo. Contábamos con la ventaja de que Ignacio ya conocía el lugar de dos viajes anteriores, aunque era la primera vez que visitaba el Pantanal a principios de la estación lluviosa. Consideramos esta opción, ya que apenas hay turistas en esta época y la posibilidad de ver fauna a lo largo de la transpantaneira es inversamente proporcional al tráfico que la recorre. Por otro lado, a pesar de tener un tiempo un tanto inestable, no está nada mal que todos los días te caiga una buena tormenta a primera hora de la tarde ya que de esa forma se refresca el ambiente -sólo un poco-. No conviene romperse mucho la cabeza con la vestimenta a llevar, simplemente hay llevar ropa fresca, ya que el calor y la humedad pueden ser muy agobiantes. Es mucho mejor llevar camisas que camisetas, personalmente lo considero casi vital. Con un par de camisas y pantalones, puedes pasar el viaje si estás dispuesto a lavar ropa en el lavabo por las noches. Igualmente no hay volverse loco con el calzado, yo me llevé la botas de monte y no las saqué de la mochila. Pasé el viaje entero con sandalias, cuando no iba directamente descalzo.

 Chubasquero, botiquín, linternas, guantes, pinzas y ganchos para manejar serpientes venenosas, y por supuesto equipo de fotografía y vídeo completaban nuestro equipaje.

En la entrada de la transpantaneira.


 Para llegar al Pantanal tomamos dos vuelos, uno de Madrid a Sao Paulo y otro de Sao Paulo a Cuiabá, la capital del estado de Mato Grosso. Desde nuestro punto de vista este es el mayor inconveniente que ofrece el viaje, ya que los vuelos a Sudamérica no suelen ser baratos, siendo difícil encontrar combinaciones a Cuiabá por menos de 700 euros. Una vez en nuestro destino procedimos a recoger un Renault Duster -lo que en Europa llamamos Dacia- que habíamos reservado días antes por internet con una agencia local.

 A lo largo de los días que estuvimos allí nuestra actividad no se centró en otra cosa que en la búsqueda y observación de fauna, para lo cual nos dedicamos a recorrer tanto de día como de noche la transpantaneira, bajando varias veces hasta Porto Jofre y echando gasolina en Poconé cada dos días. También tuvimos nuestros más y nuestros menos adentrándonos a pie en el mato, que no es otra cosa que el bosque tropical. Un lugar asfixiante donde el calor y la humedad concentrados se hacen notar más que en ningún otro sitio, pero que nos deparó fabulosos encuentros con la fauna neotropical de menor tamaño.
Jaguarundi (Herpailurus yagouarundi), atropellado
cerca de Poconé. Foto: Ignacio Arróspide.

 Para llegar al Pantanal hay que tomar la carretera que va de Cuiabá a Poconé. El estado de la carretera es aceptable y no hay grandes problemas de tráfico. Poco antes de llegar a Poconé vimos atropellado un jaguarundi (Herpailurus yagouaroundi) felino que nunca nos hubiésemos imaginado encontrar de este modo y que veríamos con vida días más tarde.

 Poconé es una pequeña ciudad que hace las veces de entrada al Pantanal, una vez pasada termina el asfalto y da lugar a una pista de tierra, es la transpantaneira. Se adentra en el Pantanal a lo largo de 145 kilómetros dando acceso a numerosos ranchos de ganado. En la actualidad muchas de estas fazendas han cambiado parte de los establos por habitaciones y ofrecen alojamiento a los turistas, aún así, la mayoría de ellas no han perdido todavía su espartano y decimonónico encanto.

 El fin de la transpantaneira lo marca el río Sao Lourenço en Porto Jofre, un lugar en el que apenas hay un hotel, un aeródromo y una especie de camping. De aquí salen las excursiones turísticas en barca destinadas a la observación de fauna, con el jaguar como especie protagonista. El propio río hace de línea divisoria y en la otra orilla se extiende ya el estado de Mato Grosso do Sul, lugar salvaje e inexplorado donde los haya, tierra de jaguares, anacondas y... a saber qué más.

 No hace falta tomar ninguna precaución especial para viajar al Pantanal, al menos no ninguna que no debamos tomar todos los días de nuestra vida allá donde estemos. Hay que tener cuidado al volante y no llevar un letrero luminoso diciendo que eres un guiri. Las copiosas tormentas pueden convertir la transpantaneira en una resbaladiza pista de barro, por lo que es necesario tener experiencia a la hora de conducir en estas condiciones. También hay que prestar atención a los puentes de madera, actualmente muchos están siendo sustituidos por puentes de hormigón y otros han sido arreglados, pero siempre puede haber alguno en peor estado.
Mis pies... un buffet libre para mosquitos.

 Hay muchos, muchísimos mosquitos dispuestos a acribillarte. Hay gente que se vacuna y toma profilaxis contra la malaria, lo que resulta ridículo ya que en el Pantanal no hay malaria. No sé hasta que punto un repelente de mosquitos sería efectivo o no, nosotros no lo hemos usado. Mientras escribo esto tres meses después de estar allí aún tengo las cicatrices de sus picaduras en mis brazos y pies, y no miento si digo que los echo de menos. Se trata de una pequeña y molesta tasa a pagar por estar allí y la verdad es que, estando como estábamos dispuestos a beber cachaça cada mañana y a capturar caimanes a mano desnuda cada noche, lo que menos nos importaban eran las picaduras de los mosquitos.

 En ningún momento temimos por nuestra integridad física ni la de nuestro bolsillo estando haciendo compras, sacando dinero del cajero, paseando y bebiendo por bares de escasa reputación en Poconé. Más bien sucedió lo contrario... Estamos en una zona ganadera y rural hasta más no poder que nada tiene que ver con el ambiente que uno pudiera encontrar en la periferia de una gran ciudad. Aunque siempre te pueden pasar cosas, digamos que viajar al Pantanal es algo así como viajar a Soria.



 Lugares


-Pousada Piuval: Situada poco antes de entrar oficialmente en la transpantaneira, Piuval es un alojamiento turístico bastante moderno y estéticamente muy bien cuidado, demasiado bien para nuestro gusto. Nosotros nos acercamos varias veces para recorrer su camino de entrada, ya que al encontrarse al comienzo del Pantanal, el hábitat aquí ofrece la posibilidad de ver especies más propias de herbazales y zonas abiertas, y la verdad es que acertamos de pleno. Ofrecen la posibilidad de hacer "safaris fotográficos" a pie durante el día y recorridos nocturnos en 4x4 por los que en un principio mostramos cierto interés, pero visto que nos querían dar el paseo de las abuelas, declinamos toda oferta.

-Fazenda Curicaca: En todo momento que pasamos por delante de su entrada la encontramos cerrada. Una verdadera lástima ya que nos hubiera encantado visitar este lugar situado en pleno mato y que según tenemos entendido, regenta un gallego.

Alrededores de Pouso Alegre.

Ignacio, por encima del dosel forestal en Rio Clarinho.
-Pouso Alegre: Típica fazenda pantaneira, sin lujos pero con todo lo necesario para sobrevivir. Aquí fue donde nos alojamos durante nuestra estancia en el Pantanal, además, su propietario Luiz Vicente Campos, tiene inquietudes naturalistas y científicas. Buena compañía, agua fresca, cerveza del tiempo y buena comida, ¿qué más podíamos pedir? Sus alrededores y sobretodo su camino de acceso de unos 7 km. nos dieron muchísimas alegrías y algún que otro susto.

-Pousada Canto do Arancuá: Precioso lugar al que entramos por todo el morro tanto al amanecer como de noche cada vez que pasamos por su puerta y que nos dio escasos pero muy buenos frutos. No fue hasta el penúltimo día que fuimos sorprendidos por el dueño, al que le contamos un cuento de puta madre...

-Pousada Rio Clarinho: Otro fabuloso lugar, con un espeso mato y acceso al río que le da nombre. En Rio Clarinho conocimos al señor Afranio, pantaneiro de los de antes, que vivió una época en la que del Pantanal salían camiones enteros cargados con pieles de jaguares, ocelotes, tapires, nutrias, etc. En la actualidad vive con su mujer y su hija pequeña, fue todo un placer conocerlos y un privilegio conversar con él.

-Hotel Fazenda Santa Tereza: Un sitio muy interesante en el que se realizan todo tipo de actividades orientadas a la observación de fauna salvaje. Nosotros entramos por curiosidad a conocer el lugar y alcahuetear un poco. Haciéndonos el tonto les furtiveamos un par de botellas de agua fresca, le jodimos la siesta a la propietaria y vimos tres nuevas especies de aves que no volvimos a observar. No fue mal balance.

-Jaguar Ecological Reserve: Situado en plena zona jaguarera, es el último alojamiento de la transpantaneira antes de llegar a Porto Jofre. Su propietario Eduardo Falcao lleva más de 30 años dedicados a buscar jaguares y damos fe de que la sangre bichera corre por sus venas. El viaje en barca por el Parque Estadual Encontro das Águas de la mano de Falcao, fue el único servicio guiado que contratamos a lo largo de nuestra derrota y lo cierto es que mereció la pena... con creces.



 Anfibios

Rana hocicuda (Scinax nasicus).

 Recién llegados a nuestra habitación en Pouso Alegre, lo primero que hago es mirar detrás de las fotos que hay colgadas en la pared en busca de compañeros de habitación. No encuentro nada, pero nada más levantar la tapa del retrete una rana arbolícola hocicuda (Scinax nasicus) salta de su interior para posarse en las baldosas de la pared, por las que corretea como un auténtico demonio. Sin salir del baño, encontramos otra especie junto al lavabo, la rana arbolícola del mato (Scinax acuminatus), una especie bastante común en la zona.

 Desde la gran rana pegamento Trachycephalus venulosus, un enorme hílido capaz de devorar murciélagos, a la diminuta Chiasmocleis albopunctata, una pequeña rana habitante de la hojarasca del mato, pudimos identificar hasta un total de 12 especies de anuros en todo el viaje. Cada anochecer, los lamentos de las ranitas lloronas (Physalaemus albonotatus) sonaban procedentes de la espesura, haciendo estremecer hasta el último rincón del pantanal y la transpantaneira se llenaba de gnomos, que no eran otra cosa que gigantescos sapos lecheros (Rhinella schneideri), dispuestos a tragarse cualquier pequeño animal que osase ponerse a su alcance.


Rana arbolícola del mato (Scinax acuminatus).
Rana pegamento (Trachycephalus venulosus), conocida el el pantanal como Perereca-cola.
La diminuta Chiasmocleis albopunctata.
El enorme sapo lechero (Rhinella schneideri), con cara de pocos amigos.


 Otras especies notables fueron las ranas picudas (Leptodactylus fuscus) y castañas (Leptodactylus elenae), que aparentemente habitan las orillas al más puro estilo de las ranas verdes europeas. Todo lo contrario parecía ser la rana pimienta (Leptodactylus labyrinthicus), un anuro que desde nuestro punto de vista europeo podríamos describir como el cruce de un sapo común con una ranita de San Antonio, y con cierto aire de rana parda. Una ranaza de gran tamaño en cualquier caso y de la cual ya nos advirtieron que no nos tocásemos la cara tras manipularla, de ahí su nombre. Otros representantes de este gran género de anuros neotropicales fueron la rana de vientre moteado (Leptodactylus podicipinus), que también encontramos cerca del agua, y un ejemplar algo atípico que en un principio habíamos considerado perteneciente a esta misma especie, pero que según Luiz Vicente podría tratarse de un nuevo taxón que se está describiendo actualmente.

Rana picuda (Leptodactylus fuscus).
Rana castaña (Leptodactylus elenae).
Rana pimienta (Leptodactylus labyrinthycus).
Ejemplar de rana de vientre moteado (Leptodactylus podicipinus).
Foto: Ignacio Arróspide.
Rana encontrada en el mato de Pouso Alegre (Leptodactylus sp.)
Dos ejemplares de sapito apuntado bicolor (Elachistocleis ovalis).
Foto: Ignacio Arróspide.


 También encontramos bajo un tronco al curioso sapito apuntado bicolor (Elachistocleis ovalis), una especie de hábitos subterráneos que se alimenta de termitas. Por último, queda mencionar a la verde y grotesca Pseudis paradoxa, qué sólo vimos la primera noche en una charca y que simplemente olvidamos fotografiar.

 Aparte de la humedad y el calor reinantes, que no puede decirse que precisamente ayuden, no fuimos mentalizados ni preparados para buscar anfibios durante la noche. La mera acción de colocarse el frontal en la cabeza es suficiente para atraer mosquitos y toda clase de insectos que van a parar directamente a la cara por lo que no es fácil aguantar mucho tiempo en una situación así. Un pequeño error que habrá que subsanar para próximas expediciones a zonas tropicales.



 Reptiles


 Hablar de reptiles en el Pantanal obliga a hacer una parada para hablar del yacaré (Caiman yacare), una especie de caimán cuya población en este lugar se estima en unos 10 millones de ejemplares, casi nada. Si hubiera unos "cinco grandes" del Pantanal, el yacaré sería sin duda uno de ellos.

Ejemplar adulto de yacaré (Caiman yacare) semisumergido en una ciénaga.


 Pese a que hay ejemplares imponentes que alcanzan unos tres metros de longitud, los yacarés quedan lejos de ser los feroces predadores que aparentan. Su dieta está compuesta principalmente por pescado, carroña y animales pequeños, nada que ver con la de sus primos mayores los cocodrilos. No resultan apenas agresivos, tal y como pudimos comprobar varias veces a lo largo del viaje...

La captura a mano de yacarés nos permitió examinarlos con todo lujo de detalles.
Foto: Ignacio Arróspide.

Ignacio con un yacaré recién capturado.

 Encontrándonos a menudo con tramos de pista en los que si no querías pasar por encima de ellos, había que apearse del coche para prácticamente retirarlos, no pudimos resistir la tentación de furtivear algún que otro ejemplar. Sólo pudimos hacernos con ejemplares de tamaño mediano y tirando a pequeño, que curiosamente eran los más peleones. Aunque eran mucho más mansos, capturar a mano ejemplares mayores resultó imposible debido a su tremenda fuerza y tracción -agarrar a uno grande es como agarrarse al parachoques trasero de un coche-, además tal y como pudimos comprobar, resulta muy fácil cortarse con las escamas superiores de sus colas y con los guantes hubiéramos perdido destreza, tacto y encanto.



 Mención especial también para el grupo de la serpientes, de las que encontramos 10 especies diferentes. Una de las primeras y más espectaculares fue una serpiente loro (Leptophis ahaetulla), una especie de serpiente liana que parece estar pintada con rotuladores fluorescentes. Nuestra inoperancia por un lado, sumada a su nerviosismo y agilidad, no nos permitió sacarle fotos que le hicieran justicia a su belleza.

Detalle de la espectacular serpiente loro (Leptophis ahaetulla).
Larga, diminuta y esbelta... una cobra-cabelo (Psomophis genimaculatus).


 En el interior del mismísimo comedor encontramos una Psomophis genimaculatus, conocida por su esbeltez y pequeño tamaño como cobra-cabelo. Dos especies opistoglifas encontradas en nuestras travesías por la transpantaneira fueron la mansísima Pseudoboa nigra y la feroz Helicops leopardinus, con un diseño que recuerda vagamente al de la anaconda y una mordedura más propia de un bull terrier que de una serpiente. El penúltimo día encontramos una agradecida culebra lomo de machete Chironius laurenti, una larguísima y preciosa serpiente de grandes escamas y enormes ojos.

La brillante y tranquila Pseudoboa nigra.
La brillante y mordedora Helicops leopardinus.
Culebra lomo de machete (Chironius laurenti); probablemente la serpiente del viaje.
Detalle de la cabeza de la lomo de machete (Chironius laurenti).


 Dentro del mato aparecieron la sobria y tranquila Erythrolamprus poecilogyrus y una serpiente ciega de la familia de los tifólidos, la Typhlops brongersmianus a la que sus hábitos subterráneos le han dado forma y aspecto de lombriz. Si vas a vivir comiendo larvas de insectos bajo tierra... ¿Para qué necesitas los ojos?

Con sus pequeños ojos situados bajo la piel, la Typhlops brongersmianus parece más un gusano que una serpiente.
La Erythrolamprus poecilogyrus, una tranquila culebra de coloración muy variable.


 Una noche, mientras nos disponíamos a tomar unas cervezas en Pouso Alegre, un trabajador de allí nos avisó que se había levantado para ir al baño y había encontrado una serpiente junto a la puerta del servicio. En ese momento yo me encontraba descalzo, pues así era como llevaba más de una semana andando por los jardines del lodge...

Detalle de la cabeza de una jararaca o boca-de-sapo (Bothrops mattogrossensis).
Jararaca (Bothrops mattogrossensis). 


 Você que gostam do apanhar cobras... Todavía recordamos la voz de Helder en nuestras cabezas y tardaremos muchos años en olvidarla. Teníamos ante nosotros a una serpiente peligrosísima y espectacular, un ser verdaderamente temible y potencialmente mortal. Un animal por el que habíamos viajado a Brasil sin tener ninguna seguridad de hallarlo, un animal capaz de cambiarle el semblante a cualquier pantaneiro con sólo escuchar su nombre. Se trataba de la jararaca del mato (Bothrops mattogrossensis), conocida en el Pantanal como "boca-de-sapo".

 Sólo encontramos dos serpientes atropelladas; la primera fue una cascavel do charco (Mastigodryas biffosatus) que encontramos en la carretera previa a Poconé y la segunda una opistoglifa recién atropellada entre el Jaguar Lodge y Porto Jofre. Creyendo que estábamos ante una especie común la dejamos a merced de los carroñeros sobre un termitero. Fue una verdadera lástima no haberla recolectado, ya que ni Luiz Vicente, ni ningún otro experto consultado tienen la menor idea de que puede ser.

Pareja de lagartos de collar amazónicos (Tropidurus torquatus).
Escinco moteado (Copeoglossum nigropunctatum).

Geco casero (Hemidactylus mabouia).

 También en Pouso Alergre era común ver a los lagartos de collar amazónicos (Tropidurus torquatus) o curimpampâo, saurios de hábitos trepadores y aspecto muy similar a los agámidos del viejo mundo. Entre las hojas secas del mato correteaban los escincos moteados (Copeoglossum nigropunctatum) y al caer la noche, tal y como ocurre allá donde habiten, los gecos acudían a cazar insectos atraídos por cualquier fuente de luz artificial. Se trataba del geco casero (Hemidactylus mabouia), una especie africana que cruzó el Atlántico hace mucho tiempo, viajando de polizón en los barcos que cargados de esclavos llegaban a América.




Corredor amazónico (Ameiva ameiva).
Tejú negro (Tupinambis merianae).

El lagarto caimán (Dracaena paraguayensis).
Foto: Ignacio Arróspide.

 Pero si había un lagarto notable en Pouso Alegre este era el descomunal tejú negro (Tupinambis merianae). Los téidos son los equivalentes americanos a los lacértidos, aunque viendo el tamaño que alcanzan algunas especies bien podrían hacer el papel de los varanos. Otras especies que observamos de esta familia fueron el tejú dorado (Tupinambis teguixin), el corredor amazónico (Ameiva ameiva) y el lagarto caimán (Dracaena paraguayensis). A éste último lo encontramos aún latente, recién atropellado, y dado el lustre que tenía no se nos ocurrió otra cosa mejor que llevarlo con nosotros a Pouso Alegre para que María preparase la cena. Resultó tener una carne bastante buena, de una textura y sabor nunca probado antes. Suele decirse de estos animales que saben a pollo pero no es así, la opinión general está equivocada.

Tortuga carbonaria (Chelonoidis carbonaria).
Ejemplar juvenil de iguana verde (Iguana iguana).


 Otros reptiles que observamos en varias ocasiones fueron la tortuga carbonaria (Chelonoidis carbonaria) y la iguana verde (Iguana iguana). La primera sufre el expolio de aquellos que obnubilados por su belleza deciden que estará mejor en un patio o en un jardín, mientras que la segunda luce unos verdes que ya quisieran imitar sus congéneres mantenidos entre cristales. Dos especies que a menudo pueden observarse en cautividad y cuya visión en estado libre y salvaje es todo un regalo para el naturalista.



 Aves


 Sería imposible enumerar a las más de 120 especies de aves que vimos. Cabría destacar la presencia de garzas como la garza cuca (Ardea cocoi), la garceta grande (Casmerodius albus), la maria-faceira (Syrigma sibilatrix), la garza capirotada (Pilherodius pileatus), el socó-boi (Tigrisoma lineatum) o la garcita verdosa (Butorides striata). Todas ellas especies abundantes y fáciles de observar en cualquier lugar del Pantanal. Otras aves acuáticas abundantes son los biguás (Phalacrocorax brasilianus), los patos silbadores (Dendrocygna viduata y Dendrocygna autumnalis), los patos criollos (Cairina moschata) y los carraos (Aramus guarauna).

Garza cuca (Ardea cocoi).
Garza silbadora (Syrigma sibilatrix), conocida bajo el nombre de maria-faceira.
Socó-boi (Tigrisoma lineatum), también llamado avetigre colorado.
Marrecas piquirrojas (Dendrocygna autumnalis).
Carrao (Aramus guarauna).


 Muy comunes resultan también las rapaces adaptadas al ecosistema palustre como el milano caracolero (Rostrhamus sociabilis), el busardo cangrejero (Buteogallus urubitinga) o el busardo colorado (Busarellus nigricollis). Otras rapaces que observamos fueron el aura sabanera (Cathartes burrovianus), el zopilote negro (Coragyps atratus), el águila pescadora (Pandion haliaetus), los busardos camineros (Buteo magnirostris) y sabaneros (Buteogallus meridionalis), el elanio plomizo (Ictinia plumbea), el azor zancón (Geranospiza caerulescens), el halcón reidor (Herpetotheres cachinnans), así como los caracarás moñudo (Caracara plancus) y chimachima (Milvago chimachima).

Busardo sabanero o caboclo (Buteogallus meridionalis).
Busardo cangrejero (Buteogallus urubitinga).
Busardo colorado (Busarellus nigricollis), posado sobre la laurácea Ocotea suaveolens.
Caracará moñudo (Caracara plancus), jugando con el hueso de algún fruto.

Seriema (Cariama cristata).

 Cuatro especies míticas del viaje serían el chajá (Chauna torquata), un primitivo anseriforme que sólo vimos en abundancia en los alrededores de Porto Jofre. El seriema crestado (Cariama cristata), una especie propia de lugares abiertos y secos que vimos el los alrededores de Piuval. El ñandú (Rhea americana), un pariente americano de los avestruces muy común en Pouso Alegre y el omnipresente tuiuiú (Jabiru mycteria), una enorme cigüeña que sin duda es el ave por excelencia del Pantanal.

 Rascones de cuello gris (Aramides cajanea) y avesoles (Eurypyga helias), hacían nuestras delicias correteando por las cunetas encharcadas. De igual modo que por los caminos se cruzaban una y otra vez varias especies de pavas salvajes como las chachalacas (Ortalis canicollis), los guanes (Penelope superciliaris y Penelope ochrogaster), los cujubíes (Pipile cujubi) y los curasaos (Crax fasciolata). Mucho más escasos y desconfiados eran los tinamúes (Crypturellus undulatus), que rápidamente escapaban de nuestra vista.




Tuiuiú o jabirú americano (Jabiru mycteria).
Avesol (Eurypyga helias).
Pareja de guanes castaños (Penelope ochrogaster).


 Pudimos observar varias especies de psitácidos, que junto con los tucanes (Ramphastos toco y Pteroglossus castanotis) añadían el toque exótico al viaje. Fueron especies como el amazona frentiazul (Amazona aestiva), el guacamayo jacinto (Anodorhynchus hyacinthinus), el guacamayo de cuello dorado (Primolius auricollis), las cotorras argentinas (Myiopsitta monachus) y ojiblanca (Aratinga leucophthalma) o la catita chirirí (Brotogeris chiriri), a la que sólo pudimos ver una vez durante nuestra corta visita en Santa Tereza.

Pareja de guacamayos jacintos (Anodorhynchus hyacinthinus).
Arasarí castaño (Pteroglossus castanotis).


Urutau (Nyctibius grandis) en
su posadero diurno.

 Hubo aves nocturnas como el ñacurutú (Bubo virginianus), el mochuelo caburé (Glaucidium brasilianun) o el enorme urutau (Nyctibius grandis), que pudimos observar a plena luz del día en nuestras incursiones en el mato de Pouso Alegre. Durante nuestras aventuras nocturnas en la transpantaneira aparte de ver varios ejemplares más de ñacurutú y nictibio, pudimos observar al arapapá (Cochlearius cochlearius) una especie de garza nocturna similar al martinete. También vimos un chotacabras tijereta (Hydropsalis torquata), muchísimos pauraques (Nyctidromus albicollis), chotacabras chicos (Caprimulgus parvulus) y escuchamos el canto del autillo neotropical (Megascops choliba).

 Vimos cucos como el pirincho (Guira guira), el cuco ardilla (Piaya cayana), el garrapatero mayor (Crotophaga major) y el garrapatero aní (Crotophaga ani), siendo esta última una de la aves más visibles del Pantanal. También llamaron nuestra atención los carpinteros blancos (Melanerpes candidus), campestre (Colaptes campestris), real (Colaptes melanochloros) y los enormes trepadores gigantes (Xiphocolaptes major).




Ñacurutú (Bubo virginianus nacurutu).
Mochuelo caburé (Glaucidium brasilianum).
Arapapá (Cochlearius cochlearius).
Pauraque (Nyctidromus albicollis).
El siempre espectacular urutau (Nyctibius grandis).


 Apostados en cualquiera de los más de 100 puentes que tiene la transpantaneira podían verse aves como el martín pescador verde (Chloroceryle americana), el martin pescador amazónico (Chloroceryle amazona) o el martín gigante neotropical (Megaceryle torquata). También a lo largo de los vallados veríamos abundantes bienteveos (Megarynchus pitangua) y tórtolas de varias especies, así como las enormes golondrinas pechigrises (Progne chalybea) y pardas (Progne tapera).


Martín gigante neotropical (Megaceryle torquata).
Tortolita vaquera (Uropelia campestris).
Golondrina parda (Progne tapera).
Cardenilla piquigualda (Paroaria capitata). 


 Horneros, tángaras, turpiales, sinsontes, zorzales, cardenales, escribanos... las especies de paseriformes se hacían interminables y tediosas de identificar. Profundizar en ellas demandaba un tiempo que sencillamente no estábamos dispuestos a dedicar, por lo que disfrutamos de su observación de un modo general, a grandes rasgos.



 Mamíferos


 Retomando la evocadora propuesta de los cinco grandes del Pantanal, toca hablar de los mamíferos y de la gran estrella del viaje, el jaguar...

Macho joven de jaguar austral (Panthera onca palustris).


 De las nueve subespecies descritas de jaguar, la Panthera onca palustris -el jaguar austral- es la mayor de todas ellas y la que se encuentra en el Pantanal. Se trata del tercer félido más grande del planeta, por debajo tan sólo del león y el tigre. Uno de los carnívoros más difíciles de ver en libertad de todo el continente americano y del que sin embargo el Pantanal ofrece buenas posibilidades de avistamiento.

Jaguar (Panthera onca palustris), el mismo ejemplar de la foto anterior.

Jaguar vadeando el río; este ejemplar es el hermano
del jaguar mostrado anteriormente.

 El turismo en el Pantanal se encuentra en su práctica totalidad orientado hacia la observación de jaguares, eso es lo que demandan los guiris dispuestos a gastarse la pasta y eso es lo que se ofrece. No nos hacía ninguna gracia contratar un servicio de este tipo, pero decidimos probar suerte con Eduardo Falcao, propietario del lodge Jaguar Ecological Reserve y a quién Ignacio había conocido en su anterior visita al Pantanal. El propio Falcao nos había recomendado venir en noviembre y la verdad es que acertó de pleno. Una vez llegados a Porto Jofre, nos dirigimos al lugar desde donde salen las embarcaciones destinadas a hacer los tours, pero allí no había nadie... Increíble pero cierto, estábamos en un lugar en el que habitualmente no hay ni sitio para aparcar, un lugar que suele estar apestado de turistas que desean ver un jaguar y una vez que lo encuentran lo miran como si fuese cualquier cosa, incapaces de apreciar ningún otro detalle que la naturaleza pueda ofrecerles. Sólo estábamos nosotros, junto con Eduardo venían dos señoras brasileñas y una turista alemana que parecía Mercedes Milá, y a la que le repelía cualquier criatura que se arrastrase por el suelo o tuviera más de cuatro patas. Qué hacía esta señora embadurnada en crema solar y repelente de insectos, viajando sola por el Brasil salvaje, es uno de los muchos misterios que la vida depara.

Macho adulto de jaguar austral (Panthera onca palustris).
Captura de vídeo: Ignacio Arróspide.

 Sólo por tratar de ver al jaguar sin estar rodeados de hordas de turistas merece la pena, aunque no se vea nada. Pero es que siempre se ve algo... no se trata de un paseo de dos o tres horas, al menos no con Eduardo Falcao. La excursión dura todo el día e incluye comida y bebida a bordo. Es imposible no ver cosas a menos que sólo te interese ver jaguares y de ese modo pudimos disfrutar de la observación de una familia de monos aulladores negros o bugios (Alouatta caraya) y de un nutrido clan de ariranhas (Pteronura brasiliensis), la mítica nutria gigante del amazonas y sin duda de lo mejorcito del viaje. Y por cierto, no vimos un jaguar, sino tres ejemplares distintos. Dos jóvenes machos que han establecido una alianza entre hermanos al más puro estilo de los leones y un gran macho adulto al que pudimos observar caminando a lo largo del empinado talud que forma el río en sus orillas.

Macho con cría de bugio o aullador negro (Alouatta caraya).
Ariranhas (Pteronura brasiliensis).

 Contratar el viaje en barca al fin y al cabo mereció la pena porque de otro modo no hubiéramos visto los bugios y las ariranhas. Por ver jaguares nos lo podíamos haber ahorrado ya que en los días sucesivos, durante nuestras correrías nocturnas a lo largo de la transpantaneira, pudimos ver otros dos ejemplares más. Bien cierto es que así no se pueden hacer las fotos que se les hacen a pleno día desde una embarcación, pero os aseguro que ver las almohadilladas patazas de una jaguara corriendo en desgarbado galope delante del coche u observar como se oculta un machazo en el mato mirándote de reojo, constituye un trofeo para el espíritu mucho mayor que cualquier fotografía.

Lobinho (Cerdocyon thous).
Captura de vídeo: Ignacio Arróspide.

 Otras especies de felinos que pudimos observar a lo largo de nuestro viaje fueron el ocelote (Leopardus pardalis), el yaguarundi (Herpailurus yaguarondi) y la oncilla (Leopardus tigrinus). Dentro del orden de los carnívoros también observamos al lobinho (Cerdocyon thous), un cánido muy común y fácil de observar durante las horas crepúsculares, a los desconfiados coatíes (Nasua nasua) y al mapache cangrejero (Procyon cancrivorus). El amanecer de nuestro último día nos regaló la observación de una taira (Eira barbara), una especie de mustélido tipo marta, de gran tamaño y corpulencia.




Mapache cangrejero (Procyon ).
Captura de vídeo: Ignacio Arróspide.
Coatí (Nasua nasua).
Captura de vídeo: Ignacio Arróspide.


 Cada mañana en Pouso Alegre se escuchaban desafiantes los reclamos de los aulladores negros en la lejanía. No pudimos observar a esta especie aquí, pero sí vimos en cambio un pequeño grupo de monos capuchinos (Cebus apella) incordiando a una pareja de coatíes.

 Aparte del ganado que pasta entre herbazales y ciénagas, también hay poblaciones asilvestradas de cerdos (Sus scrofa) y búfalos asiáticos (Bubalus bubalis), a los primeros tuvimos el gusto de ver como cada tarde acudían a comer los mangos maduros que caían al suelo en Pouso Alegre y gracias a las furtivas artes de Helder, también pudimos degustar su carne. Respecto al los búfalos nos hizo menos gracia el encuentro en un par de ocasiones con enormes machos en la transpantaneira, pues nos habían advertido de que son peligrosos y pueden arremeter contra el coche. Ante nuestra presencia se mostraron muy nerviosos y cabeceaban con cara de pocos amigos, de modo optamos por pisar el acelerador y dejarlos atrás.

Corzuela roja (Mazama americana).
Ciervo de pantano (Blastocerus dichotomus); Macho adulto con anomalía en la cuerna.
Ciervo de pantano (Blastocerus dichotomus); Hembra con cría.


Tapir amazónico (Tapirus terrestris) a la luz del foco.
Captura de vídeo: Ignacio Arróspide.

 Aunque vimos varios ungulados salvajes como la corzuela roja (Mazama americana), el ciervo de pantano (Blastocerus dichotomus), o el pecarí de collar (Pecari tajacu), el más espectacular de todos ellos fue el tercero de los cinco grandes del Pantanal, el tapir amazónico o anta (Tapirus terrestris).

 Habitante nocturno del espeso mato, no hubo jornada que no viésemos uno o varios ejemplares de noche, al amanecer o incluso tomando un remojón en pleno día para aliviar el sofocante calor. Jamás en la vida pensé que vería un tapir, otra especie de animal mítica, que desde niño había visto en los libros sobre fauna. Son los tapires animales de una belleza extraña y fascinante, con cierto aire de caballo prehistórico y cuyos parientes vivos más cercanos resultan ser los rinocerontes.

Tapir amazónico (Tapirus terrestris), abandonando una charca ante nuestra presencia.


 El cuarto de los cinco grandes no puede ser otro que la tamanduá-bandeira u oso hormiguero gigante (Myrmecophaga tridactyla). De entrada no es un animal fácil de ver, menos aún con tiempo lluvioso, de modo que eramos bastante realistas y conscientes de que nuestras posibilidades de observarlo eran escasas. Se trata de un habitante de herbazales secos que evita las zonas inundables por lo que la mejor zona para buscarlo es la parte norte de la transpantaneira donde abundan los grandes termiteros.
Tamanduá-bandeira (Myrmecophaga tridactyla) con cría
a la espalda. Captura de vídeo: Ignacio Arróspide.

 Una tarde, tras estar observando los seriemas, abandonábamos la pista de Piuval en pleno ocaso cuando tanto Ignacio como yo vimos a distancia lo que nos parecía un decrépito tronco caído. A punto estábamos de reanudar nuestra marcha cuando ambos vimos como el tronco se movía y exclamamos al unísono... "¡No puede ser!". Pero ya lo creo que lo era, rápidamente nos bajamos del coche y pudimos observar como aquel tronco con forma de oso hormiguero en realidad eran dos, se trataba de una hembra cargando su cría a la espalda.

 También nos topamos con el oso hormiguero arbolícola (Tamandua tetradactyla), conocido como tamanduá-mirim. Su visión, durante el amanecer del penúltimo día, fue bastante fugaz a lo largo de la cuneta debido en gran parte a que salimos del coche a la carrera con la intención de capturarlo y observarlo de cerca. Nos faltó muy poco para alcanzarlo, pero se ocultó en el mato para volver a salir y cruzar la transpantaneira unos metros más adelante, momento que Ignacio supo aprovechar para sacarle un pequeño vídeo.


Grupo de capibaras (Hydrochoerus hydrochaeris).

Cuíca o marmosa (Gracilianus agilis).

 El mamífero salvaje más fácil de ver en el pantanal es también el mayor roedor del mundo. Se trata de la capibara (Hydrochoerus hydrochaeris), una suerte de cobaya tan grande como una oveja e incapaz de retirarse de delante de tu vehículo a una velocidad que garantice una mínima esperanza de supervivencia. Apáticos e indolentes, llegan al punto de una vez empujados con el parachoques avanzar sólo un par de metros para volver a sentarse en mitad de la pista. Resulta muy difícil explicar como una especie animal con tan "poca sangre" no se encuentre extinguida hace tiempo. Otros roedores que encontramos son la nocturna y esquiva paca (Cuniculus paca), el agutí de Azara (Dasyprocta azarae) y la cobaya campestre (Cavia aperea).

 Otras especies observadas incluyen a la marmosa grácil (Gracilinanus agilis), una pequeña especie de zarigüeya, o al conejo brasileño (Sylvilagus brasiliensis). Sin identificar quedan varias especies de murciélagos que observamos y un ratón que capturamos en el mato. 





 Otras especies


 Debido a la falta de medios y conocimientos, no pudimos profundizar demasiado en especies de invertebrados y peces. De los últimos pudimos ver algunas especies como el sardinón (Erythrinus erythrinus), capaces de cruzar a saltos los caminos de tierra para trasladarse de una masa de agua a otra. También vimos a los peces gato acorazados (Hypostomus sp.) de la familia de los loricáridos, conocidos como peces limpia-cristales en acuariofilia y por los que las ariranhas parecen tener predilección. Otra especie muy popular en acuarios y que pudimos ver a orillas del río Clarinho, es el tetra negro o monjita (Gymnocorymbus ternetzi). Por último, durante nuestra travesía en barca por el río Cuiabá pudimos ver saltar fuera del agua al dorado (Salminus brasiliensis), una especie muy popular que a menudo es pescada con fines deportivos.


Cangrejo colorado (Dilocarcinus pagei).

Ejemplar de araña errante (Ctenidae).

 Sobre los puentes, los milanos caracoleros y busardos acumulan los cascarones depredados de enormes caracoles manzana (Pomacea canaliculata) y cangrejos colorados (Dilocarcinus pagei). Dentro del mato grandes milpiés se esconden entre la hojarasca y hordas de garrapatas asaltan al visitante. En varias ocasiones vimos enormes arañas como las arañas errantes (familia Ctenidae) y otras tipo tarántula (familia Lycosidae), pero si había una especie realmente impresionante esta era la migala de espalda roja (Acanthoscurria sp.). Otras arañas que nos llamaron la atención fueron una araña saltadora (familia Salticidae) y una araña cangrejo gigante (familia Sparassidae) que encontramos dentro de nuestra propia habitación en Pouso Alegre.



Araña saltadora (familia Salticidae).

Migala de espada roja (Acanthoscurria sp.).  


 Exceptuando a los molestos mosquitos, no vimos muchos invertebrados durante el día. Alguna avispa, algún saltamontes, mariposas, libélulas, pero nada que llamase especialmente la atención. Era a la caída de la noche cuando enormes insectos hacían su aparición; Polillas que parecen pájaros, cigarras y escorpiones de agua, cuyo tamaño alcanza el de una mano humana. Enormes chinches chupadoras de sangre, grandes libélulas nocturnas, luciérnagas que parecen linternas o el espectacular escarabajo elefante (Megasoma sp.).



 Conclusiones


 Transcurrido tan sólo un día desde nuestro regreso y llegada a casa, ya teníamos ganas de volver otra vez allí. Hoy, tres meses después... ya no pensamos en otra cosa. Aunque son pocas las especies emblemáticas que nos dejamos en el tintero, no tuvimos la fortuna de dar con el último de los "cinco grandes"; la anaconda amarilla o sucurí (Eunectes notaeus). Llegados al Jaguar Lodge, nos comentaron que acababan de ver allí mismo un ejemplar hacía diez minutos, y aunque revisamos la ciénaga donde se había ocultado, ya no hubo forma de dar con ella. Sólo por un encuentro con este mítico animal, ya valdría la pena otro viaje... para el cual estaría bien ya de paso contar con unos vadeadores y al menos un salabre, para poder tomar cierto contacto con la fauna subacuática.

  Bajo nuestro punto de vista, viajar al Pantanal puede ser tan grande y especial como un viaje al África subsahariana, aunque el hecho de poder realizarlo por cuenta propia hace que probablemente sea incluso mejor. Eso sí, quién tenga interés en visitarlo más vale que se dé prisa y lo haga ya. Se trata de un área en los albores de su explotación turística y los brasileños, que no son tontos, están espabilando rápido. Mucho me temo que en años venideros no tardarán en llegar los alojamientos a precio de cojón de obispo, las tasas de entrada en la transpantaneira y la obligación de contratar un guía como requisito para visitarlo.
El nuevo tendido eléctrico... aún sin estrenar.
Captura de vídeo: Ignacio Arróspide.

 Por otro lado, la vida en el pantanal está cambiando a pasos agigantados. Los puentes de madera se están sustituyendo por hormigón y se está levantando un tendido eléctrico hasta Porto Jofre, en el que zopilotes, busardos y búhos caerán como moscas y conocerán lo que es la muerte no natural. No se les puede reprochar a los pantaneiros el querer disponer de comodidades en sus vidas, menos aún nosotros, pues tienen todo el derecho y la legitimidad de disfrutarlas. Sin embargo por su propio bien y el de la naturaleza espero que no aparezca ningún iluminado con la idea de asfaltar la transpantaneira. Si algún día esto ocurre, firmarán su propia sentencia y todo el floreciente turismo de naturaleza que poseen acabará condenado al desastre y olvido.

 Una cosa nos ha quedado clara... hay que volver, y hay que volver ¡ya!.

     Herpetosaludos!

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