domingo, 21 de enero de 2018

VIAJE A MARRUECOS 2017 (2ª Parte); Postmeetting trip - (también conocido como... "Yo he venido aquí a hablar de mi libro")


 Durante los cinco días siguientes al congreso tuvo lugar el "postmeeting trip", un recorrido de norte a sur a través de Marruecos en el que intentaríamos observar prácticamente todas las especies de vipéridos presentes en el país alahuita, o al menos visitar sus hábitats...

Multiculturalidad ofídica en Bou Jerif. Foto: Fernando Martínez-Freiría.


 Caravana de bicheros; De Chefchaouen a Marrakech.

 Finalizado el 5º congreso de víperidos la noche anterior, la mañana del día 15 de mayo partimos de Chefchaouen con destino a Marrakech. Teníamos por delante un viaje extenuante y caótico debido al gran número de participantes y al respectivo convoy que la situación requería -una furgoneta, dos todoterrenos y un minibus, nada menos-. Evidentemente no era la forma más cómoda de hacer un viaje, pero era lo que tocaba en esta ocasión. Poner en marcha a treinta personas de muy diversa índole y edad, no resulta nada sencillo y por razones obvias una simple parada a llenar -y vaciar- depósitos, se convertía fácilmente en una larga pérdida de tiempo.

Alcornocal de La Mamora, al este de Rabat.


 Paramos a comer en el alcornocal de La Mamora, donde pudimos constatar que el ambiente se encontraba demasiado seco para la época del año en la que nos encontrábamos, algo que no facilita la observación de herpetofauna. Además hacía bastante calor por lo que si exceptuamos a las abundantes lagartijas colirrojas (Acanthodactylus erythrurus) apenas teníamos grandes expectativas de encontrar algo. No fue así, y entre todos pudimos encontrar culebrilla ciega de Tánger (Blanus tingitanus), lagarto de cristal marroquí (Hyalosaurus koellikeri), lagartija colilarga (Psammodromus algirus), salamanquesa común (Tarentola mauritanica), tortuga mora (Testudo graeca) y una culebra bastarda (Malpolon monspessulanus) que se esfumó en el interior de un palmito, como un ninja en la oscuridad de la noche.

Culebrilla ciega de Tánger (Blanus tingitanus).

Lagarto de cristal marroquí (Hyalosaurus koellikeri).


Hábitat de la víbora del Magreb camino de Marrakech.

 De camino a Marrakech, al atardecer paramos en un punto con presencia conocida de la enorme y esquiva víbora del Magreb (Daboia mauritanica). El lugar era un auténtico horno, una caldera de roca, chumberas y espinos que había estado expuesta todo el día al sol. Pese a ello la hora no era mala y entre tanta gente repartida por las laderas había posibilidades de encontrar algo. Cayó la noche y de entre las rocas comenzaron a salir las salamanquesas, pero no había ni rastro de víboras. Fue Jean-Jay Mao, que había venido nada menos que desde Taiwan, quién encontró un buen ejemplar de culebra de herradura (Hemorrohis hippocrepis).

 Llegamos a Marrakech bien entrada la noche, a un hotel que sin ser nada del otro mundo ya era demasiado para lo que nosotros tenemos por costumbre visitar. Que este iba ser un viaje atípico lo teníamos muy claro, la cuestión era mentalizarse.


  Cruzando el Atlas; De Marrakech a Taroudant.

 Dejar el hotel por la mañana para llegar a las montañas del Gran Atlas y buscar algo antes de que el sol estuviera demasiado alto fue un auténtico show. Hubo incluso quien bajó a desayunar a la hora de partida convenida... No sería la última vez que ocurriesen cosas similares, pero sí la última que escriba aquí de ello. Habíamos ido a Marruecos a buscar víboras y de buscar víboras estamos hablando.

Panorámica alpina en Oukaïmeden.


 Llegamos con el sol ya alto a Oukaïmeden, en el Macizo del Toubkal, a 2.600 metros de altitud. Allí nos dispersamos en busca de la víbora enana del Atlas (Vipera monticola), una de las muchas joyas endémicas que esconden estas grandes montañas. Fuimos en pequeños grupos viendo varias cosas como ranita meridional (Hyla meridionalis), rana norteafricana (Pelophylax saharicus), geco diurno del Gran Atlas (Quedenfeldtia trachyblepharus), lagartija andaluza (Podarcis vaucheri), culebra viperina (Natrix maura) o la también endémica y abundante lagartija del Toubkal (Atlantolacerta andreanskyi).

Culebra viperina (Natrix maura).

Ranita meridional (Hyla meridionalis).

Lagartija del Toubkal (Atlantolacerta andreanskyi), un endemisno del Gran Atlas.


 Pasado el mediodía el astro comenzó a nublarse y las condiciones mejoraron mucho. En los alrededores de una fuente donde paramos a comer pudimos observar de nuevo geco diurno del Gran Atlas y culebra viperina. También sapillo pintojo marroquí (Discoglossus scovazzi), eslizón de montaña (Chalcides montanus), culebra lisa meridional (Coronella girondica) y la ansiada víbora enana del Atlas. Nada menos que hasta cinco ejemplares distintos encontramos activos gracias al cariz tormentoso que la tarde había tomado.

Geco diurno del Gran Atlas (Quedenfeldtia trachyblepharus).

Lagartija andaluza (Podarcis vaucheri).

Víbora enana del Atlas (Vipera monticola).

Víbora enana del Atlas (Vipera monticola). Detalle de la cabeza.


 Habíamos logrado uno de los objetivos del viaje, sin duda el más modesto pero no por ello menos valioso. La pequeña víbora de las montañas del Atlas era un bicho que nos hacía muchísima ilusión tanto por su carácter relicto y endémico como por ser una de las especies de vipéridos más pequeñas del mundo. Se las fotografió a placer y se les tomó muestra genética para su posterior análisis, momento que pudo contemplar una excursión de niños marroquíes que casualmente pasaba por allí.

 Abandonamos el lugar con destino a Taroudant, en el valle del Souss, para ello debíamos cruzar el Atlas por el tremendo puerto de Tizi-n-Test. Fue allí mismo donde paramos al anochecer para buscar de nuevo a la gran víbora del Magreb en un barranco donde cantaban los sapos morunos (Sclerophrys mauritanica) y correteaban los gecos diurnos morunos (Quedenfeldtia moerens). Las condiciones eran buenas, la hora y el lugar también. Teníamos todo a favor excepto una cosa, la especie objetivo. La temible víbora nos daba esquinazo nuevamente y nos hacía morder el polvo una vez más... no sería la última.


 Camino del sur; de Taroudant a Bou Jerif.
Ejemplar de bulán (Eumeces algeriensis), rescatado de un pozo.

 Habíamos llegado a Taroudant la noche anterior. Tras descansar en el hotel nos pusimos de nuevo en marcha siguiendo el curso del río Souss. Se avecinaba un caluroso día, de modo que había que darse prisa si queríamos encontrar algo por la mañana. Llegamos a un lugar junto a un embalse, un barranco donde Fernando ya había encontrado una víbora del Magreb en otra ocasión. La búsqueda entre rocas, chumberas, euforbias y erizadas acacias nos dio nuevas observaciones de salamanquesa y agama común (Agama impalearis). También rescatamos un pobre bulán (Eumeces algeriensis), atrapado en un pozo, estaba bastante delgado y no hubiera vivido muchos días más de no haber pasado nosotros por allí. Pasado el rato el sol caía a plomo y bajo la rala sombra de las acacias jadeábamos como animales, perdiendo la esperanza de encontrar víbora o serpiente alguna con esas condiciones.

 Conforme pasa el día nos adentramos en la región de Goulmine. Aquí ya predomina el ambiente desértico y vamos mirando aljibes en los que pudiera haber algún animal atrapado accidentalmente. Tras rescatar varias agamas y dos pequeñas culebras -de herradura y bastarda-  llegamos a Bou Jerif, una antigua fortificación que hoy en día es un lugar turístico, donde uno puede alojarse. El sol ya está bajo y no quema, cuando en el camino se nos cruzan dos enormes culebras.

Culebra de herradura (Hemorrhois hippocrepis), ejemplar de gran tamaño encontrado en Bou Jerif.

Culebra de herradura (Hemorrhois hippocrepis). Detalle del mismo ejemplar.

Culebra bastarda (Malpolon monspessulanus saharatlanticus). Enorme ejemplar encontrado en Bou Jerif.

No por ser una culebra se es menos impresionante.


 Una es una culebra de herradura descomunal que sobrepasa el metro y medio de longitud, la otra un espectacular macho de culebra bastarda de casi dos metros, una serpiente con un vigor y una ferocidad más propia de un monstruo mitológico que de un animal que al fin y al cabo no deja de ser inofensivo. Son dos especies mediterráneas que tienen una amplia distribución por el norte de África y el sur de Europa. También están presentes en la Península Ibérica, donde por norma general rara vez alcanzan tales dimensiones.






 Tierra de serpientes; Alrededores de Bou Jerif.

 Una vez aposentados en nuestras respectivas jaimas nos reunimos en Bou Jerif con Luis García-Cardenete, que se encuentra viajando por su cuenta por el sur de Marruecos en busca de reptiles. Alguno lo conocemos de viajes anteriores, aunque ya hace varios años que no nos vemos. Nos trae alegría y vino, estamos a 17 de mayo y llevamos una semana entera a base de té y agua, sin probar ningún brebaje espirituoso. Lo recibimos con gran entusiasmo.

 De noche nos dispersamos en busca de herpetos, a la luz de las linternas encontramos especies como el geco de casco (Tarentola chazaliae), el geco de agadir (Saurodactylus brosseti) o el camaleón común (Chamaeleo chamaeleon). Stéphane Clerc, un francés que aunque no viaja con nosotros también está en Bou Jerif buscando serpientes, pone la guinda a la noche con dos especies de víboras, la víbora cornuda del Sáhara (Cerastes cerastes) y la espectacular víbora bufadora (Bitis arietans).

Geco de casco (Tarentola chazaliae).

Camaleón común (Chamaeleo chamaeleon).

Geco de Agadir (Saurodactylus brosseti).


 La víbora bufadora, para la mayoría posiblemente la estrella del viaje. Conocida como monarub (traga-liebres) por las gentes locales, es un relicto afrotropical que debido a su relativa abundancia en torno a zonas antropizadas está considerada como la serpiente más peligrosa de África. Su temible veneno tiene tanto componentes citotóxicos como hemotóxicos, pudiendo provocar trombosis y la destrucción los tejidos afectados de forma irreparable. Aún así, menos del 10% de las mordeduras no tratadas resultan mortales.

Víbora bufadora (Bitis arietans).


 Maldormidos, nos levantamos al alba como niños el día de Reyes, ansiosos por fotografiar las víboras capturadas la noche anterior. Tras pasar la noche en un saco, estas se encuentran bastante tranquilas y se dejan sacar una buena sesión. Alucinamos con las bufadoras, cuyos abigarrados diseños parecen eclipsar la diabólica belleza de la víbora cornuda, un animal icónico, símbolo del desierto.








Detalle de la espectacular víbora bufadora (Bitis arietans).

Víbora bufadora (Bitis arietans). El mismo ejemplar de las imágenes anteriores.

Ejemplar juvenil de víbora bufadora (Bitis arietans).

Víbora cornuda (Cerastes cerastes). Detalle de la cabeza adornada con impresionantes cuernos.

Víbora cornuda (Cerastes cerastes)

Fernando e Inés midiendo una víbora del Magreb (Daboia mauritanica).

 Más tarde llegan dos aïssaoui, padre e hijo. Traen unas cajas de madera de donde sacan varias víboras bufadoras más y dos ejemplares de víbora del Magreb. Resulta insípido ver y fotografiar a esta especie de esta manera pero dada la dificultad que supone dar con ellas, parece el único modo. Fernando e Inés, aprovechan la ocasión para obtener datos biométricos de los ejemplares y sacarles sus respectivas muestras de ADN.

 Los "aïssaouies" son una orden religiosa que se remonta al siglo XV, cuando Sidi Mohamed Ben Aïssa tras una mística experiencia fundó su cofradía personal. Una especie de caballeros Jedi en versión andrajosa, nómada y casi medieval, que patrullan el desierto capturando serpientes para surtir a los falsos encantadores que pululan por las principales ciudades del país, especialmente en Marrakech. Son personas muy respetadas a las que se les atribuye cierto poder divino y sanador, que practican ritos y curaciones sustentados en la utilización de diversas plantas medicinales y de supuestos remedios de origen animal -escorpiones, serpientes, etc-.

 Debido a su importancia en el folclore y tradición marroquíes -así como su experiencia en el campo-, no dejamos pasar la ocasión de acompañarlos bajo un sol abrasador en busca de serpientes y comprobamos con asombro su destreza al descubrir un rastro y seguirlo hasta la galería de un gerbillo obeso (Psammomys obesus), roedor que aquí se encuentra por todas partes. Azada en mano, justo antes de empezar a cavar, el experimentado aïssaoui advierte que son dos los rastros que se observan en la boca de la madriguera. Esto puede significar que en su interior haya dos serpientes o bien que la serpiente entró y volvió a salir. Llegado a este punto el cazador abandona la búsqueda, pues un aïssaoui sólo cava si el esfuerzo merece la pena y tiene asegurada la captura.

Ignacio Arróspide y el veterano aïssaoui.

 Poco después, tras encontrar otro rastro comienza a cavar en la entrada de otra madriguera. Mientras excava en el suelo arenoso logra ver a la serpiente en el agujero con ayuda de un pequeño espejo que reflejando la luz del sol hace la función de linterna, nos explica que es una culebra y que aunque a el le pagan más por una cobra o una gran víbora, continuará cavando para poder mostrárnosla. Un par de azadazos más y una enorme culebra de herradura muy pálida brota de la tierra y es capturada por las curtidas manos del aïssaoui que sonriente se fotografía con nosotros. Aunque desde nuestro punto de vista conservacionista y occidental, lo que hace esta gente puede parecernos una aberración, resulta un privilegio compartir la mañana con estos moradores del desierto. No debemos dejar de tener en cuenta además, que se trata de personas muy humildes, que obtienen sus únicos y escasos ingresos de su actividad como serpentarios.

Revisando aljibes por si hubiera algo que rescatar.

 Tras despedirnos de ellos fuimos hasta Playa Blanca, cerca de Tan-tan, casi en Sáhara Occidental. En esta zona existe la posibilidad de encontrar víbora de la arena (Cerastes vipera), pero fueron muy pocos los que se atrevieron a recorrer las dunas bajo aquella solina sahariana. Allí comimos a la sombra de los propios vehículos, y regresamos a Bou Jerif parando en varios aljibes por si había que rescatar algo. Íbamos alternado, parando sólo un vehículo cada vez en el aljibe correspondiente y continuando el resto hasta el siguiente. De pronto en una parada Luis se asoma a un aljibe y grita "NAJA", nos miramos casi sin poderlo creer, pero era cierto... ya lo creo que lo era.




 Era un ejemplar pequeño nacido el año anterior, pero era una cobra, más hermosa si cabe que cualquier ejemplar adulto. Una cobra norteafricana (Naja haje), nada más y nada menos que la serpiente que según cuentan las historias mató a Cleopatra -aunque esto estaría por verse-. Rápidamente la rescatamos y la llevamos con nosotros a Bou Jerif, para que el resto de la gente pudiera disfrutarla.

Cobra norteafricana (Naja haje legionis). Ejemplar juvenil.

Detalle de la indiscutible reina del desierto.


 Fue difícil de fotografiar, no porque no se dejase, más bien por el revuelo de gente que se formó entorno a ella. Era difícil encontrar un hueco entre los culos de tanta gente agachada cámara en ristre. Como si de pronto se fuera a evaporar, todos teníamos prisa por inmortalizarla. Escasa y difícil de encontrar, la cobra era una especie que todos queríamos ver pero que ninguno se atrevía a tenerla marcada como objetivo en este viaje, su hallazgo nos dejó más que satisfechos con todo lo observado y vivido hasta el momento.

 Así llego el anochecer y la cena, después hubo quién siguió buscando a la luz de las linternas -de nuevo observaron víboras bufadoras- y quienes nos relajamos y sentamos a charlar y beber el vino de Cardenete. Por otro lado, había que devolver a la pequeña cobra a su hábitat y así es como Óscar, Konrad, Wolfgang y Stéphane se fueron a soltarla en el coche de este último.

 A su regreso algunos todavía estábamos despiertos, habían soltado la cobra en la misma zona donde la habíamos encontrado, pero se habían topado con otra cosa. Traían un tupper con algo en su interior, era una serpiente grande y robusta, era una magnifica víbora del Magreb. La víbora que se nos había resistido durante todo el viaje, aquella que llevábamos buscando desde el primer día, acababa de ser encontrada por ellos a su regreso sobre el asfalto, cruzando la carretera.

Amanecer en Bou Jerif.

 Al día siguiente hubo aullidos de emoción entre la comitiva, había una víbora del Magreb entre nosotros. Fue fotografiada, sobada y venerada, hubo incluso quién se atrevió a sujetarla a mano descubierta por la cabeza, como si la posibilidad de ser mordido por esta víbora de más de un metro fuese cosa menor. Por allí apareció también una pequeña culebra de cogulla (Macroprotodon brevis), parecía mentira, pero llevábamos observado en conjunto mayor número de serpientes venenosas que de culebras aglifas. Culebras bastarda y de cogulla -opistoglifas-, las cuatro especies de víboras -solenoglifas- y un elápido, la cobra -proteroglifa-.





Víbora del Magreb (Daboia mauritanica).

Víbora del Magreb (Daboia mauritanica). Detalle de esta impresionante serpiente.

Culebra de cogulla (Macroprotodon brevis).


 Aquella culebra de cogulla, supuso la última serpiente del viaje. El momento de dejar Bou Jerif habia llegado. Stéphane se encargó de devolver a la gran víbora a su lugar de captura, nosotros debíamos volver a Marrakech. El viaje fue largo y cansado hasta llegar a nuestro hotel, pero algunos aún reunimos fuerzas para dar una vuelta por la plaza de Jema el Fna y acabar la noche celebrando en un bar pagano.








 Adiós al paraíso; de vuelta a Tánger.

 Todo se acaba tarde o temprano y si es bueno sabe a poco. Había que afrontar otra jornada de viaje para llegar a Tánger. Llegamos a Moulay Bousselham, en plena albufera de Merja Zerja, un célebre humedal del noroeste de Marruecos. Allí comimos y tuvo lugar la última actividad que existía programada; dar un paseo en barca por la albufera para observar aves.

 En los meses invernales puede tener sentido, pero mediado mayo... apenas había nada interesante. Bajo el implacable sol, la tournée se hizo eterna y no creo equivocarme al afirmar que la mayoría de los asistentes la consideraron una pérdida de tiempo.

 Llegamos de noche a Tánger, donde hubo que buscar hotel por cuenta propia. Al día siguiente tomaríamos nuestro vuelo de vuelta a casa.

     Herpetosaludos!


-No te pierdas la primera parte;  VIAJE A MARRUECOS 2017 (1ª Parte); 5th Biology of Vipers
-Más sobre Marruecos; AQUÍ

2 comentarios:

  1. Muy buena Cronica de esos dias que vivimos alli con esas especies tan fascinantes. Me ha gustado mucho,enhorabuena tio!!

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  2. Enhorabuena por esa pasada de viaje, visteis casi todas las especies más difíciles del país! Se nota lo que es ir un grupo tan grande de expertos herpetólogos jeje

    Ver esta entrada y esa pasada de fotos me ha dado muchas ganas de bajar a Marruecos, a ver cuándo surge la ocasión...

    ¡Saludos!

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