Cuando era niño, una de las muchas formas que tenía de salir al campo era nada más y nada menos que ayudando a mi padre a lavar el coche, y no había mejor lugar para lavarlo que el río, así se hacían las cosas antaño. Sin embargo, tan pronto como llegábamos al vado donde aprovechábamos para lavar el aquel Citroën 2CV, terminaba mi compromiso de ayuda. Todo era un pretexto para adentrarme entre la vegetación de las orillas, dejando a mi progenitor sólo ante el caldero y la esponja.
Estamos hablando de un río Cidacos a su paso por Calahorra a mediados de los años ochenta del siglo pasado. Un río que era totalmente distinto al que podemos contemplar ahora, un río donde la vegetación ribereña rebosaba en su cauce. Un río en el que a pesar de los lavados de coche y los cambios de aceite, abundaban las madrillas y peces lobo, los tritones, las culebras, los ditíscos y las sanguijuelas...
Rana de Darwin (Rhinoderma sp.) tal y como aparece en la obra titulada "Las maravillas de la vida" publicada por la editorial barcelonesa Luis Miracle en 1968. |
Hablamos también de un niño menor de diez años, al que le fascinaba todo aquello. Un niño que aprovechaba cualquier incursión campestre para observar y capturar todo aquello que se moviese y al que las ranas del río le hacían perder la cabeza. Tengamos en cuenta que capturar una rana en un medio salvaje como la orilla del río era una tarea muy complicada para este niño, que además debía estar alerta en todo momento para no meter los zapatos en el agua, pues la bronca familiar sería sólo comparable a la magnitud del trofeo perseguido.
Así es como un buen día este niño observó una rana de Darwin. Era de tamaño medio, no muy grande y tenía tonos pardo dorados. Su hocico puntiagudo la hacía inconfundible, muy distinta del resto de ranas a las que estaba acostumbrado a encontrar. A punto de ser capturado, el batracio desapareció de un salto en el curso del río, desvaneciéndose así toda esperanza de triunfo. ¡Una rana de Darwin! aquel niño la conocía bien gracias a los libros y las enciclopedias sobre vida salvaje que en aquellos años abundaban y se vendían puerta por puerta.
Las ranas de Darwin (Rhinoderma darwinii) y (Rhinoderma rufum), viven en el cono sur de Sudamérica, concretamente en los bosques templados de Chile y Argentina, donde en la actualidad se encuentran gravemente amenazada la primera y probablemente extinta la segunda. Su distribución era algo que este niño conocía aunque no le daba importancia; si habitaban en los bosques araucanos ¿por qué no iban existir en aquel río también?... Había además una visión irrefutable, sus propios ojos no podían haberle engañado y habían visto con total claridad una rana de Darwin.
* * *
Pasaron los años, el niño creció y la observación de la rana de Darwin se diluyó en el tiempo. No así en mi memoria y durante alrededor de tres décadas he vivido atormentado por aquella visión. Porque si hay una cosa cierta es que aquello, no era una rana de Darwin. Entonces... ¿qué otra cosa podía ser?
No es hasta el año pasado cuando caigo en la cuenta de que "mi rana de Darwin" podría tener una explicación. Es estando ojeando una guía de identificación cuando reparo en el diseño del hocico en los sapillos pintojos (Discoglossus sp.). En ellos puede apreciarse una línea más clara terminada en punta que tal vez llamó la atención de mis ojos de niño, desdibujando la figura real del ejemplar y haciéndome creer estaba ante una rana de Darwin.
Sapillo pintojo marroquí (Discoglossus scovazzi) fotografiado en el Jbel Tazekka -abril 2012-. A menudo los ejemplares del género Discoglossus lucen una línea más clara a lo largo del hocico. |
El próximo mes de abril se cumplirán 20 años de la última observación de sapillo pintojo ibérico (Discoglossus galganoi) en La Rioja. Una especie considerada rara, de la que sólo existen un puñado de observaciones riojanas -concretamente ocho-, todas ellas a finales del siglo XX. Somos varias las personas que lo hemos buscado muchas veces, tanto en aquellos lugares donde fue citado -algunos ya desaparecidos o degradados- como en otros distintos que resultan potencialmente apropiados. En esta búsqueda hemos encontrado todas y cada una de las especies de anfibios riojanos, excepto a nuestro querido fantasma. Se han prospectado charcas, lagunas, barrancos, arroyos, yasas y fuentes de forma reiterada una vez tras otra cada temporada, cada vez que llovía, cada atardecer que la humedad ambiental superaba el 60%. Siendo positivos no podemos decir que haya sido en vano, pues ha servido para conocer poblaciones de otras especies y el estado de los hábitats que ocupan, pero no se ha encontrado síntoma alguno de la presencia del sapillo pintojo.
Ejemplos de hábitats potencialmente apropiados para el sapillo pintojo en La Rioja. |
Cuadrículas con citas de Discoglossus galganoi en La Rioja. |
No tiene fama de ser una especie especialmente exigente con el medio que ocupa, le basta un pilón o una cuneta encharcada para reproducirse. Al parecer tiene predilección por masas de agua someras; remansos de arroyos con juncales, sobraderos de fuentes y balsas o pequeñas charcas suponen teóricamente ser los mejores lugares para su reproducción. Tampoco su distribución se limita una zona concreta, pues las escasas citas existentes se extienden prácticamente por toda la Comunidad Autónoma de La Rioja. Se encuentra tanto en la sierra como en el valle, si bien no existen citas en el extremo oriental ni en las zonas más altas de montaña. Es en estos lugares donde encontrarían las condiciones ambientales más desfavorables, aunque dada la rareza y la detectabilidad de la especie no hay nada que haga totalmente descartable su presencia en estas zonas.
Si alguna vez fue una especie abundante o común no hay forma de saberlo. Ya a finales de siglo pasado era un anfibio escaso y localizado, lo que unido a sus discretos hábitos y su parecido con una rana, hicieron de él un animal esquivo y difícil de encontrar, un verdadero mito. De lo que podemos estar seguros es de que sus poblaciones han disminuido, del mismo modo o mayor si cabe que lo han hecho las del resto de nuestros anfibios. Los cambios en los usos del suelo y el agua, la utilización de pesticidas y productos fitosanitarios, la quema de ribazos y la destrucción de zonas húmedas, así como la introducción de peces y cangrejos son amenazas que ponen en jaque a este grupo de vertebrados. Si los sapillos pintojos ya eran escasos de por sí y también han sufrido el declive generalizado al igual que otras especies, entonces hay razones más que suficientes para explicar su fantasmagórica ausencia de nuestros campos.
Ejemplar de sapillo pintojo ibérico (Discoglossus galganoi) fotografiado en la provincia de Málaga -abril 2012-. |
Personalmente me gustaría negarme a darlo por extinto. No puedo dejar de sopesar la posibilidad de que les haya afectado algún tipo de enfermedad que terminase en una epidemia fatal, cada año que pasa sin noticias suyas nos acerca más a esa opción. Sin embargo, el campo es muy extenso y a nuestro fantasma le basta un charco medianamente grande para reproducirse. Quiero mantener la esperanza y el convencimiento de que aún puede quedar alguna población relicta, sin duda muy localizada, en alguna zona media de transición entre el valle y la sierra. Lo realmente difícil sera dar con ella antes de que desaparezca, más aún ahora que las largas búsquedas desgastaron los ánimos y la ausencia de citas recientes en comunidades vecinas hacen temer lo peor.
Entonces; ¿Era aquella misteriosa rana en realidad un sapillo pintojo? Lamentablemente nunca lo sabremos. Al niño de la historia al menos le queda el consuelo de haber encontrado una posible explicación a la observación de aquella rana de Darwin. Respecto a los fantasmas que sí existen, podemos seguir buscando o sentarnos a esperar hasta que se aparezcan. Dicen que para que una especie pueda ser declarada extinta deben pasar 50 años sin indicios de su presencia...
De momento ya han pasado 20.
Herpetosaludos!
Muy divertida tu historia... hay que ver como hacías el Tom Sawyer!
ResponderEliminarSaludos,
Fantástico! Ojalá encuentres pronto alguna población de sapillo pintojo ibérico...o de rana de Darwin jejeje
ResponderEliminarSaludos
Si hubieras escrito que esa historia ha sucedido aquí en la Comunidad Valenciana me lo creería también. Aquí también es preocupante su estado
ResponderEliminarSimplemente gracias por contarlo.
ResponderEliminarUn saludo
Hola Javier. La verdad es que eres un buen contador de historias. Uno se queda enganchado a tus relatos muy fácilmente. Este me ha hecho recordar cuando veía la naturaleza con los ojos de un niño.
ResponderEliminarComo ya sabes, yo observé un pintojo muy cerquita de Logroño en 2014 en los alrededores de la Laguna de las cañas.
Lástima que no pudierais verlo vosotros.
En Aragón es difícil encontrarlo salvo en algunas zonas como Albarracin.
A ver si esta primavera nos acercamos por tu tierra. Lo que es seguro es que iremos al rescate de anfibios, pasado Sadaba.
Un saludazo